Este año, en Libertad Soluciones de vida, celebramos nuestros primeros 65 años de historia. Llegar a esta cifra no solo representa una trayectoria institucional sólida, sino también una enorme responsabilidad hacia el presente y el futuro de quienes formamos parte de esta gran organización.

Desde mi rol como director general Adjunto de Normatividad y Control, he tenido la oportunidad de acompañar varios de los procesos clave que nos han llevado a evolucionar, tanto en lo operativo como en lo cultural. A lo largo de los últimos años, me ha tocado observar de cerca los retos que enfrentamos como sector financiero, así como los aprendizajes que nos han transformado como equipo.

Uno de los principales desafíos que vivimos hoy tiene que ver con la acelerada transformación tecnológica. La promulgación de la ley fintech, el desarrollo de tecnologías como el blockchain o la inteligencia artificial han cambiado por completo la manera en que operamos. Esto ha implicado la necesidad de contar con nuevos perfiles profesionales, con más capacidades digitales, pero también con un enfoque más humano.

La tecnología por sí sola no basta. Requiere acompañarse del desarrollo de habilidades blandas, de la capacidad de escucha, de empatía y de colaboración. En Libertad, entendemos que, para seguir siendo un motor de desarrollo económico, necesitamos equipos que no solo sean técnicamente sólidos, sino también genuinamente comprometidos con las personas a quienes servimos.

En ese sentido, nos hemos volcado a fortalecer nuestra cultura organizacional. Decidimos adoptar la metodología de Great Place to Work, no como un objetivo en sí mismo, sino como una herramienta para revisar lo que hacemos bien, identificar oportunidades de mejora y, sobre todo, poner a las personas en el centro de todo.

Siempre he creído que una organización es lo que hacemos con ella. Antes, lo más importante era el “qué”: cumplir con los resultados. Hoy, el “cómo” cobra un valor igual o incluso mayor. No se trata solo de lograr metas, sino de hacerlo de manera ética, respetuosa y congruente con los valores que compartimos.

La pandemia por COVID-19 nos dejó muchas lecciones, entre ellas, la importancia de la confianza. Comprobamos que se puede trabajar a distancia con eficacia, que el compromiso no depende del escritorio, y que el respeto a la vida personal de cada colaborador fortalece, en lugar de debilitar, el vínculo con la empresa.

Creo firmemente que el liderazgo debe ejercerse desde la reciprocidad. Cuando una empresa se preocupa por sus personas, las personas también se preocupan por la empresa. Es un círculo virtuoso que hemos procurado cultivar todos los días, y que, sin duda, requiere constancia, humildad y voluntad de mejora continua.

Hoy, rumbo a los 65 años de Libertad, estoy convencido de que la cultura no es un elemento estático. Evoluciona, se transforma y debe adaptarse a los tiempos. Por eso, estamos comprometidos a seguir revisando nuestras prácticas, nuestros procesos y nuestras formas de relacionarnos, para responder mejor a las necesidades tanto de nuestros colaboradores como de nuestros clientes.

Seguir construyendo un gran lugar para trabajar no es un destino final. Es un camino que recorremos juntos, con convicción, con propósito y con la certeza de que siempre se puede hacer mejor.